12.31.2009

Sin ataduras insultantes, con ciertos devaneos, sin desmesuras, pero con el zurrón cargado de más experiencias, doy la bienvenida a un año que se me antoja asonante y con alusión a las matemáticas, 2010.
Inicio la ruta hacia mi kilómetro 54, con espacio y fuerzas para echar más carga al ajado carruaje que conservo casi intacto, sin graves daños conocidos.
Sin embargo, no tengo el propósito de hacer cambios en cuanto a vida; sería una ilusión infantil y un insulto a la inteligencia ajena: durante el imaginario semicírculo y mitad final de la vida (los años ¨ta¨), no se cambia; solo condescendemos y hacemos como los líquidos, que se adaptan al reciente que los contiene.
En 2010, seguiré haciendo quedar mal, hasta la perreta, a los que me provocan e insinúan claudicar; por convicción, no defraudaré a los fieles y a veces extremistas, máximos defensores de este lagarto sitiado.
También continuaré aplicando uno de los consejos del poeta y comediante galo Pierre A. Beaumarchais (1732 – 1799), autor de El barbero de Sevilla y Las bodas de Fígaro: ¨Para el amor, todo lo que se aplaza se pierde¨.
Presumo, además, que el tránsito hacia el próximo fin de año puede ser sugestivamente resbaladizo.
En el horizonte atisbo un Ángel y me aterra, porque generalmente los seres alados, son presuntuosos, pero éste por su proyectada singularidad, pudiera conducirme a un encantamiento, ¿definitivo?, ni idea!
Deseo que el primer año del tercer lustro del actual milenio, les vaya lindo, pletórico, a todos. Hola, 2010 !

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